domingo, 29 de abril de 2007

Domingo


Pase mi infancia recorriendo caminos, me doy cuenta ahora que fui como una hoja dando vueltas en el viento. Los fines de semana pescaba mi bicicleta y me arrancaba a las calles, generalmente era yo y mi imaginación que me llevaba por caminos desconocidos aun que hubiese pasado por ahí mil veces. Mi bicicleta cic y el chapulín mi perro amigo y fiel que me seguía siempre donde quiera que yo fuese. Generalmente yo me entregaba en mis caminos y me dejaba llevar por la inercia y mi imaginación. En el barrio había seudo amigos con los que a veces me topaba y hacíamos algunas cagadas como robar placas de autos u otras cosas de pendejos. Pero el típico domingo en la tarde estaban todos en sus casas y yo andaba hueviando por ahí. A veces me topaba con la Lice y nos coqueteábamos un poco a veces nos premiábamos con un beso y yo seguía sin curso definido, iba a la plaza o me arrancaba de algún cúma que me echaba la foca o echaba carrera con las micros. Llegaba a mi casa con la bicicleta media destartalada cuando ya estaba oscureciendo con sensación de angustia, pues al día siguiente era lunes y yo como siempre no había hecho mis tareas. Dentro de mi pieza me sentía como si esa hoja que daba vueltas en el viento, estuviese ahora en un tarro de basura. Allí yo ordenando mis cosas para ir al colegio al día siguiente trataba de tragarme la amargura del ocaso. Luego lentamente me incorporaba a mi familia ya reunida en casa. Los recuerdos son tan vividos que siento que si estirara las manos podría tocar a mis padres o a mi hermano. Había una dinámica increíble en el ambiente, un equilibrio exacto entre todos y todo lo que había en la casa. Todo concordaba, eran los silbidos continuos de mi padre y su música clásica, con lo que inconscientemente nos decía que estaba contento o que las cosas estaban en orden, la estufa a gas que templaba el comedor, que milagrosamente hoy la tengo en mi hogar funcionando aun que ya no juega ese papel tan fundamental que tuvo algún día, era mi mama colocando la mesa para cenar, el televisor encendido, la luz amarillenta de la lámpara del living, mi hermano sin muchos comentarios por lo general, el teléfono que sonaba siempre a esa hora cuando llamaba mi abuelita, etc. Después de un rato de estar en casa la amargura se desvanecía y yo entraba en un estado de letargo placentero y acogedor. A esa hora ya todo era como un carrusel perfectamente equilibrado, yo me sentía tranquilo y protegido como en una cuna, luego cenábamos, veíamos las noticias en la tele y después Starky & Hutch hasta que llegaba el momento de ir a dormir envuelto en esa increíble la sensación de tranquilidad con que terminaba el fin de semana. Al día siguiente sería lunes nuevamente y otra nueva historia comenzaría, muy desagradable por lo demás.

5 comentarios:

Ibagian dijo...

Que bueno que tengas recuerdos tan vívidos de tu infancia, hay muchas personas que parecen haber olvidado que alguna vez fueron niños.

saludos!

Puppetmaster dijo...

Las tardes que pasabamos andando en bicicleta. Pa tomarnos un helado de 500 pesos en el sebastian.

Memorables.

Ludikus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ludikus dijo...

Puppetmaster, Acabas de soltar en mi una cadena de recuerdos exquisitos. Si, eran memorables. Pronto voy a escribir sobre eso. ¿te acuerdas de la mina que parecia "osito"?

:)

sandra dijo...

te acabo de leer porque vi que eres un buen amigo de infancia de puppetmaster... y me parece muy lindo y admirable que tengas tales recuerdos de tu infancia... lindo.